miércoles, 1 de febrero de 2012

Luchar contra no es lo correcto, yo creo. Es mejor luchar a favor

Cuando luchamos contra lo-que-sea, visualizamos mentalmente un enemigo. Visualizar un enemigo es la forma tradicional de encarar la dicotomia bien/mal. Lo que no es bueno, es malo. Lo que no es malo, no es bueno. No somos cultura de grises.

Cuando luchamos contra lo-que-sea sufrimos en el proceso, siempre estamos gastando energía estando en guardía frente a lo personificado como malo, como abominable. Gastamos una energía enorme generando solo pensamientos negativos contra "el enemigo". Sentimos miedo, porque la pelea para serlo, conlleva siempre una potencial derrota.

Sin embargo, cambiando el enfoque, podemos luchar a favor, luchar a favor de nuestra vida. Preguntarnos ¿qué cosas podemos hacer para mejorarnos, para hacer de cada día de vida que nos quedé VIDA con mayúsculas?

Cuando yo afronté la palabra cáncer, afronté la palabra muerte inmediatamente, la mia. No pretendo ni pretenderé jamás hacer ningùn tipo de comparación con aquel que esté peor que yo (o que se sienta). Pero cuando me vi frente a frente con el cáncer, a pesar de considerarme una persona bien preparada en relación a la muerte, una cosa es la teoría y otra la práctica, señores y señoras.

Cada vez que recibía de las analíticas una noticia negativa, escuchaba la palabra muerte. Cada vez que escucho la palabra quimioterapia, radioterapia y terapia hormonal.. y luego tendrás que hacer pruebas y más pruebas.. escucho en mi mente ¿Y si no funciona? Nada, me muero.

Luego leí un libro, uno sobre lo que cuesta morirse, escrito por un pastor protestante. Independientemente de que soy bastante espiritual, pero atea si se refiere a no creer en lo no demostrable, me llegó al alma. Y viví el miedo a la muerte con ese libro otra vez. Mi gran sueño es que llegué un día en que morirse, salvo accidentes imprevistos, no implique dolor.

Y a partir de estas experiencias y del miedo a lo que conlleva la palabra cáncer, me di cuenta de que estar vivo es algo deseable. Que muchas cosas cuando ya sabemos que nos vamos a morir, que no es simple  teoría que solo les pasa a otros, cobran otro color, otra luz. Los pasos de alguién en la calle, el frío del invierno en la cara, el estar metidito en una cama, al calor, y recibiendo la calidez del sueño, los sonidos del silencio "terrestre", los pequeños y viejos objetos que nos rodean, con sus paredes desconchadas,, son eso parte de nuestra vida en la tierra. Los árboles que se mecen con el viento, ese viento gallego mio que tanto echo de menos. El maravilloso mar que nos transmite sensaciones no descriptibles desde el espiritu. Si te rodean personas que son capaces de dejarte vivir estes momentos sin rodearte de dolor, de sus propios miedos, de sus asignaturas pendientes contigo (y tú con ellos), esta experiencia se convierte en una re-valorización de la VIDA, eso que es tan fácil perder cuando interiorizamos valores sociales y los convertimos en propios.

Luchar a favor de la vida, sentirla en la piel, sentirla en el espiritu. Luchar a favor de nuestro cuerpo, cuidarnos, querernos con todo el alma, descubrir que cosas nos benefician y trabajarlas a fondo. Esta es una oportunidad única para afrontar ese precepto de "mi cuerpo es mi templo", tu cuerpo es donde se aloja provisionalmente algo que no podemos definir, pero que es algo hermoso: nosotros mismos. Nuestra prioridad frente al cáncer, no es que desaparezca, en mi opinión, es hacer crecer la luz en torno a su oscuridad, es una herida que se causo, y que podemos hacer mucho para que sane, enseñandole el camino correcto, un camino al que llegamos por muchos errores nuestros (alimentación, stress, vivir en zonas contaminadas, no conocer nuestra propia genética, no estimular nuestra inmunidad con una forma de vida adecuada, no practicar disciplinas mentales curativas de nuestros miedos internos, etc, etc.). Eso es trabajar a favor de NUESTRA VIDA. Esa será la luz que ilumine el camino de cualquier intento de destrucción que se generé en nuestro cuerpo, en muchas ocasiones por nuestra propia ignorancia y desprecio a la hora de considerarlo nuestro templo.

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